sábado, 11 de junio de 2016

YO..., TU DULCINEA.




Te observo llegar, de tan lejos, cansado y confuso, alargada estampa la tuya. 
Miro al horizonte, el viento se lleva mi pañuelo y me deslumbra el sol que se despide del día. Luz…, sombras. 
Me piensas y te espero, te pienso y me buscas... soy tu Dulcinea. 
Otro día más que se despide y no estás a mi vera. 
Y el viento te trae a cada instante, tu aroma me envuelve y me seduce, como siempre, caballero de la triste figura. 
Eres sol de mis días grises, sonrisa eterna en unos labios por besar, primavera infinita en el otoño de una mirada. 
¿Dónde estás? 
¿A dónde pones rumbo?
¿Volverás? 
No, no hace falta que digas nada…, es suficiente saber que lo deseas, lo demás no importa. 
Quiero cerrar los ojos y seguir sintiéndote, aquí, donde todo es paz y tú lo sabes, donde tú y yo confundimos el ayer con el ahora y nos da igual el mañana. 
Puedes seguir soñando, puedes callar eternamente o imaginar la dulzura de tu piel y la mía en un roce, de tus labios besando mi boca, de mi aliento mezclado con el tuyo en un susurro de miel y canela.

Déjame seguir con la mirada el brillo de tu lanza, déjame contemplar tu despertar y con la fuerza del viento de levante, seguir moviendo las aspas del destino, cual molino de Campo de Criptana y corregir la veleta de la vida.

Airam E. M.

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