miércoles, 21 de diciembre de 2016

PESADILLAS...



Mi sueño todavía continuaba...

La helada de la noche pasada aún cubría los campos de los alrededores.
Durante el trayecto en coche, mi mente se evadía de mi cuerpo inconscientemente.
La niebla en el horizonte, difuminaba los árboles y borraba por completo la carretera delante de mi.
Cuando por fin llegué, el sol brillaba en toda su plenitud ante mis ojos y me deslumbraba sin piedad.
Los semáforos bailaban con la música de los trinos de algún pajarillo, confundido entre las ramas peladas de los árboles.
Caminaba, adormilada aún, por las calles, recién estrenada la fría mañana de aquél miércoles. Crucé la calle sorteando transeúntes, que paseaban robóticos de un lado a otro de la acera, con expresión perdida.
Quería aclarar mis ideas, tan solo podía pensar que le amaba con la sencillez del que no espera otra cosa que ser amado, mas él prefería rebuscar entre los restos de antiguos naufragios.
Pretendía amarle despacio, sin tristeza, dando rienda suelta a la ilusión en su vida, teniéndole en mis días y en mis noches, como un salvavidas en un barco abatido por el oleaje. Pero el barco hacía aguas y el salvavidas llevaba mucho tiempo al sol, a la intemperie, estaba muy castigado por los temporales de la vida y al mínimo peso, al menor esfuerzo se hundía como los peces de plomo.
Los pies me pesaban cada vez más. Me costaba dar el siguiente paso. Era como si de estar pegados a más no poder, alguna fuerza extraña tirara de nosotros dos y nos separara, rompiéndonos en mil pedazos, cada vez más pequeños y más difíciles de recomponer.e
Por el camino y con el tiempo, los añicos se iban dispersando, se perdían entre los ires y venires del desencanto, hoy por ti, mañana también por ti...

Una vuelta más en la cama, mis ojos aún siguen cerrados, no quiero despertar...



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