martes, 7 de febrero de 2017

EXTRAÑOS CON RECUERDOS...



Su voz me erizaba la piel como ninguna, tenía ese don especial. 
Hablaba conmigo durante horas y aunque el reloj volaba, el día parecía detenerse y daba igual si era lunes o ya estábamos de nuevo a jueves.
Luchábamos un cuerpo a cuerpo encarnizado de palabras, a veces cortantes y punzantes, que incluso rayaban en lo hiriente, pero incluso eso nos volvía locos de amor. 
Otras veces flotábamos entre nubes de algodón, en lo más alto, por encima incluso de la capa de ozono y sentíamos como nos quedábamos sin oxígeno.
Había algo en esa voz que me producía un extraño cosquilleo desde la planta del pie, hasta la punta del último pelo y me lo electrizaba por completo.
A veces me hacía sentir muy bien, a conciencia, otras, me dejaba inerte, me ataba de pies y manos y me tiraba en paracaídas. Pero el paracaídas igual tardaba en abrirse más de la cuenta, o lo empujaba el viento en dirección contraria y se alejaba de la ruta marcada.
Me encantaba mirarlo hablar, gesticular, lo imaginaba de mil maneras y me inventaba lo que no sabía, lo que no me acordaba de preguntarle.
Siempre había algo nuevo que quería contarle, mi vida y la suya eran dos afluentes del mismo río. Llegábamos al mar y nos tumbábamos en la arena de su orilla, con el sol en la frente, agarrados de la mano. 
No dejaba de ser verano en nuestros ojos, incluso en pleno enero, con el calor que derrite los icebergs que se cruzaran al paso, fundidos en un beso. 
Era de día y de noche a la vez y la luz brillaba igual de intensa que el primer instante que se vieron.
Así es el amor, para todos igual, para cualquier enamorado, que piensa que nadie ama como él, que nadie le amará como ella. 
De repente, un día cualquiera, cuando menos te lo esperas, uno de los dos se cansa, se desenamora, se desespera, se desencanta, deja de sentir.
El otro no, el otro no entiende que ha pasado, no lo comprende, se rompe en mil pedazos por dentro y quiere morir. 
Intenta desesperadamente reclamar la atención del otro, convencerle, hacerle entender, preguntarle qué pasó, si existe otra persona... 
Todo está perdido. Terminó. Igual que empezó, como dos completos extraños. Como dos personas que a pesar de que se entregaron en cuerpo y alma ya no tienen nada en común... Bueno sí; son dos extraños con recuerdos. 
Se dejaron ir, como si no se conocieran de nada, perdieron las ganas de luchar el uno por el otro y olvidaron las veces que se decían "eres lo más importante de mi vida".

Airam E. M.

(Foto de la red)