miércoles, 22 de febrero de 2017

SENTIRSE EMIGRANTE...




Necesité irme lejos, muy lejos, cuanto más, mejor. 
Olvidarme de todo, pero de verdad. 
Poner tierra de por medio y sepultar recuerdos.
Necesitaba no sentir, no ver, no pensar. 
Hacer mil cosas nuevas por primera vez en mi vida. 
Sorprenderme a cada minuto con mis descubrimientos. 
Necesitaba que nadie me conociese y no conocer a nadie. 
Que todo fuera nuevo ante mis ojos y desprenderme de la sensación de ser yo, aunque doliera.
Necesitaba añorarte.
Necesitaba que todo lo que tuviese que ver contigo fuese gris y difuso. 
Que no latieras en mí, ni corrieras por mi sangre.
Necesitaba necesitarte.
Necesitaba saber si sabría vivir sin ti eternamente. 
Saber si podría respirar sin tu aire, dormir sin que me acurrucaran tus brazos, despertar sin tu escandaloso silencio.
Y lo hice. Me fui. Me alejé, me desprendí de todo y viví ausente de lo tuyo.
Te sentí lejana y transparente, difusa y confusa en mi mente con el paso del tiempo.
Te sentí entonces indiferente a mi partida, y deseé con toda mi alma volver a besarte, y que me acogieras y me dieras el calor que no hallaba, fuese donde fuese. 
Me sentí huérfano, solitario, perdido, descastado, frío, funesto, desesperado, ansioso totalmente de abrazarte y que me inundaras con tu aroma de siempre.
Y no quise ya más nunca abandonarte, ni dejar el camino de tu suerte.

Airam E. M.